Era un sábado por la tarde, había llegado a aquel hermoso restaurante, aquel lugar que te hacía sentir en medio de la naturaleza, un lugar lleno de flores, árboles y bambúes, ese restaurante de comida china que tanto le gustaba... ese día esperaba perderse en medio de ese jardín en el que se encontraban las mesas del lugar, quería olvidarse que existía en un mundo lleno de problemas, compromisos, estrés...
Entró caminando sin fijarse por dónde daba los pasos; parecía que flotaba con la brisa del aire... De pronto, sin darse cuenta se tropezó con un joven que, al igual que ella, había llegado a ese lugar para olvidarse el resto de la tarde de la decisión que tenía que tomar... Los dos se disculparon, porque creyeron tener la culpa del golpe que ambos recibieron sin tener la intensión de darlo. En medio de las disculpas ella se puso a reír cuando se percató que los dos tenían algo en común: ese lugar los ponía distraídos del mismo mundo. El la invitó a charlar un rato, en compensación del incidente.
Se sentaron justo en medio del jardín, rodeados del aroma de las flores, frente a una hermosa cascada natural, que nacía de unas rocas que ese lugar tenía... Entre el café, la conversación y el ambiente, el tiempo se detuvo, la vida parecía eterna y los últimos rayos de sol se despedían del inmenso cielo; ellos sintieron que era el momento de despedirse, momento de volver a su realidad, momento para aceptar el lugar del mundo que ambos tenían que ocupar...
Se vieron directamente a los ojos y la magia brotó de ellos y culminó en un apasionado beso que caló hasta sus huesos... Fue el momento más sublime que en años ambos habían experimentado... En ese instante sus miradas se despidieron y cada quien tomó su propio rumbo...
Pasaron los años y ella aún recuerda aquel hermoso día, aquella tarde de sábado que tanto le cambió la forma de ver la vida... Cada vez que puede regresa a aquel lugar con la esperanza de encontrarse con aquel joven que tanto bien le hizo en tan solo un par de horas... Siempre deja que su imaginación y mente se pierdan en aquel jardín mágico que la hicieron tan feliz...
Entró caminando sin fijarse por dónde daba los pasos; parecía que flotaba con la brisa del aire... De pronto, sin darse cuenta se tropezó con un joven que, al igual que ella, había llegado a ese lugar para olvidarse el resto de la tarde de la decisión que tenía que tomar... Los dos se disculparon, porque creyeron tener la culpa del golpe que ambos recibieron sin tener la intensión de darlo. En medio de las disculpas ella se puso a reír cuando se percató que los dos tenían algo en común: ese lugar los ponía distraídos del mismo mundo. El la invitó a charlar un rato, en compensación del incidente.
Se sentaron justo en medio del jardín, rodeados del aroma de las flores, frente a una hermosa cascada natural, que nacía de unas rocas que ese lugar tenía... Entre el café, la conversación y el ambiente, el tiempo se detuvo, la vida parecía eterna y los últimos rayos de sol se despedían del inmenso cielo; ellos sintieron que era el momento de despedirse, momento de volver a su realidad, momento para aceptar el lugar del mundo que ambos tenían que ocupar...
Se vieron directamente a los ojos y la magia brotó de ellos y culminó en un apasionado beso que caló hasta sus huesos... Fue el momento más sublime que en años ambos habían experimentado... En ese instante sus miradas se despidieron y cada quien tomó su propio rumbo...
Pasaron los años y ella aún recuerda aquel hermoso día, aquella tarde de sábado que tanto le cambió la forma de ver la vida... Cada vez que puede regresa a aquel lugar con la esperanza de encontrarse con aquel joven que tanto bien le hizo en tan solo un par de horas... Siempre deja que su imaginación y mente se pierdan en aquel jardín mágico que la hicieron tan feliz...
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