miércoles, 9 de noviembre de 2011

Amor de Invierno

Todo comienza con la típica frase: "no me quiero enamorar". Aunque la vida es una constante ruleta, da tantas vueltas que cuando uno menos siente las cosas pasan y luego hay más de un perjudicado en la toma de cada una de las decisiones que tomamos.

Sucede que un día, una noche de copas y amistades, María juró a sus amigas que jamás se iba a enamorar, que ya había escuchado tantas cosas injustas que el amor trae consigo que había decidido pasarse su vida disfrutando de las cosas que se le pusieran frente a ella. Incluso había prometido jugar con todos aquellos que solo le quisieran ver la cara, jactándose que ella sería la que los pondría a sufrir sin lástima alguna.

Como bien dicen, "no hay que escupir para arriba porque todo lo malo que hagas siempre a ti regresa". Pasaron los años y justamente, una tarde de noviembre, un día fresco con el que el invierno comienza a invadir la ciudad, nieve por todos lados, calles solas, poca gente en los alrededores, María decidió salir a recorrer las calles de aquel lugar donde ella vivía, una ciudad más bien pueblo, un lugar para muchos impresionante por su contenido histórico; ella caminaba sin rumbo fijo, cuando sin querer llegó a aquella laguna de la cual tenía muy gratos recuerdos del pasado, recuerdos felices, pero al mismo tiempo dolorosos, recuerdos de un amor que nunca pudo olvidar y por el cual se había hecho la promesa de no volverse a enamorar. Se detuvo justo frente de aquella banca en la cual esta persona la había jurado amor para siempre, aquella misma persona que la había dejado a pocos días de casarse. Decidió sentarse un momento a disfrutar de aquel lugar congelado y frío. Sintió la necesidad de congelar nuevamente el pasado y poder olvidar lo que no se olvida nunca, la propia historia, la vida.

Pasaron las horas, María parecía petrificada en aquella banca, prácticamente inmóvil, cuando de pronto una voz detrás de ella le susurraba "la vida sigue, no se quede estancada en este lugar, es bonito perderse en los recuerdos y revivir aquellas cosas que nos hicieron bien, pero recuerde que el perdón es la cura perfecta para poder vivir feliz en el presente, no sólo en los recuerdos..."
Ella se quedó paralizada al sentir que no estaba sola y más cuando esta persona decía justo lo que estaba sintiendo, lo que estaba pensando; rápidamente dió la vuelta y pudo ver un rostro que le resultaba familiar, era el, ese cruel ser humano que la había hecho sentir tanta humillación, tanto dolor...

El se le acercó y le dijo que por qué estaba allí sola nuevamente, como todos los años en aquella fecha, en el mismo lugar de siempre; ella respondió que la vida me ha hecho daño, he lastimado mucha gente por lo que una vez alguien me hizo, ahora simplemente vengo aquí para congelar todo lo hecho, para congelar los recuerdos y dejarlos así hasta que el invierno vuelva y necesite congelarlos de nuevo. El le dijo que todos los años la veía en ese lugar, pero que nunca se había atrevido a hablarle de nuevo, porque el mismo ego que sentía, por el miedo a final de cuentas.

Ella lo vio con desprecio pero a la vez con gran ilusión porque aunque ella decía que no lo había perdonado, algo muy dentro de ella ya lo había hecho e incluso sabía que lo seguía amando como siempre.

El le contó que había seguido su vida de la misma manera que ella había hecho la suya, solo que el sabía que la vida le había cobrado todo ya desde que decidió alejarse de ella para vivir la vida con placeres que solo son vanalidades ahora en día. Le dijo que se sentía arrepentido de haberle engañado aquella vez diciéndole que había sido un error pedirle matrimonio cuando el sabía que nunca la había querido. María le vio con un poco de odio, pero al final decidió escucharle; ella sabía que todavía lo quería, que siempre iba a aquel lugar para recordarle, para jurarle amor al inicio y desprecio por lo que le había hecho.

Las horas pasaron, aclararon todas las dudas, las frases incompletas, las acciones sin sentido hechas; el le pidió perdón y le dijo que solo así podría sentirse tranquilo y buscar la felicidad con el amor de su vida; ella le dijo que el amor que había sentido era más grande que los errores cometidos y que le había perdonado desde años atrás, pero que nunca había podido admitirlo antes. En ese momento el le dijo que la amaba y que era la mujer que siempre había soñado toda su vida. María simplemente contestó juré no enamorarme jamás, porque ya estaba enamorada del único hombre que nunca había podido olvidar...

Un año más tarde, en aquel mismo lugar, donde hubo declaración de amor y reconciliación, ellos decidieron casarse, frente aquella laguna congelada que logró conservar los verdaderos sentimientos, el verdadero amor.



1 comentarios:

Wendy Q. dijo...

Que historia más bonita ~~